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CON MANDALAS, EL  COLEGIO PÚBLICO JOSE FELIX RESTREPO DE BOGOTÁ MEJORA LA CONVIVENCIA ESCOLAR


En la cultura oriental, estos círculos sagrados son fuente de paz interior y sanación. Una terapia alternativa que los estudiantes de extra edad del colegio Jose Felix Restrepo, implementan para reducir la agresividad y sanar sus corazones.

Valeria nunca había escuchado la palabra mandala. Su significado lo descubrió el día en que estos particulares dibujos, empleados como terapia alternativa para encontrar la paz interior en las antiguas civilizaciones, se volvieron comunes en los salones de clase del colegio José Felíx Restrepo, de la localidad de San cristobal.

Con curiosidad, se acercó a estas imágenes plasmadas en el papel y descubrió un poco de su historia, según la cual, son círculos sagrados cuya simbología y mística se asocia a la armonía, la sanación y la purificación de las personas y los espacios.

Aunque aún son muchos los escépticos sobre el impacto que puede tener en una persona colorear un círculo repleto de figuras geométricas, la primera vez que esta joven tuvo en sus manos un mandala y se dejó llevar por la magia que produce el escoger cada tonalidad, descubrió que era mucho más que una actividad para entretenerse.

Luego, además, investigó en internet el significado de los colores y su relación con la personalidad de cada persona. “Es como si el mandala supiera qué estás sintiendo y cómo transformar los sentimientos negativos a positivos. Toma su tiempo, pero si lo haces con corazón y amor, te ayuda a encontrar tu propósito”, resalta Valeria.

Desde entonces, está convencida de los efectos que esta práctica tiene en ella y en cada uno de sus compañeros. “Esto nos ha servido para liberar las emociones, transformando la convivencia entre los estudiantes, que estamos ‘encarretados’ aprendiendo y con cada taller  de la profesora Consuelo, nos volvemos más unidos”, cuenta la joven.

Ese es el propósito del proyecto ‘Mandalas y Armonía’, en el que participan los estudiantes del programa ‘Volver a la Escuela’, una iniciativa de la educación pública de Bogotá para reintegrar a estudiantes en extra edad al sistema educativo.

Los docentes Elisa, Consuelo  y Adonai Ospina, la coordinadora de convivencia,  se han encargado de hacerlo realidad. Consuelo explica que se trata de una apuesta alternativa e innovadora para el bienestar emocional de todas las personas del colegio, que en sus alrededores experimenta problemáticas de inseguridad y violencia.

“Al inicio, nos pusimos a pensar de qué manera podríamos cambiar la rutina de ‘control y sanción’ que es común en los colegios. Así llegamos a los mandalas, que resultaron una excelente alternativa para acercarnos a los jóvenes del programa, y han vivido experiencias complejas, por las que muchas veces no saben manifestar sus emociones sino utilizando la fuerza”, indica Adonai.

Un espacio para encontrarse con el otro

Antes de dar vida a los mandalas, cada taller inicia con un espacio para la relajación, en el que se utiliza música para transportar a los estudiantes hacia paisajes lejanos con el inconfundible sonido que emite al agua al correr.

Los jóvenes entran al salón con inquietud, a la expectativa de lo que va a ocurrir allí. Mientras se sientan sobre colchonetas dispuestas en el suelo, Elisa les indica que respiren profundamente y los invita a asumir una actitud diferente, un encuentro consigo mismo, con el yoga, el ambiente y los demas. “Han lavado sus manos y han dejado todo lo material, lo que los trae cargados, fuera de este salón”, dice.

La profe Elisa les indica que miren en el corazón de cada uno y encuentren aquellas cosas que quieren sacar, para dar espacio a las que quieren recibir. “En la casa y en el colegio encontramos situaciones que nos contaminan, vamos a pensar en ellas y a aprender a resolverlas”, explica.

Sobre una de las colchonetas se encuentra Cristian, estudiante de Ciclo 4, quien se convirtió en uno de los líderes del proyecto y aprendió todo sobre la interpretación de estos dibujos. Luego de una meditación pausada, el joven se encarga de repartir las hojas para colorear entre sus compañeros y se dispone a dejar volar su creatividad y plasmarla en los mandalas de enseñanza y de curación que sobresalen sobre los pupitres.

En silencio, cada estudiante se sumerge en la figura que empieza a pintar. Para ellos, es como un viaje al interior de la mente, alejados de la rutina de las clases y la escuela, en el que colorear cada mandala tiene un propósito, como tener mayor concentración, tranquilidad o creatividad.

Cristian mezcla con espontaneidad tonos verdes y azules y asegura que los mandalas le han servido para estar más concentrado en el estudio y en los objetivos que tiene como persona, como convertirse en un gran futbolista.

“Este trabajo permite que nos volvamos mejores personas, cambiemos nuestras rutinas y no pensemos solamente en la calle, sino que hay otras cosas que uno puede hacer, con mejores objetivos y que te ayudan en la vida. Además, espiritualmente ayuda a tranquilizarse y a comprender mejor a las demás personas”, explica Cristian.

Aprendiendo sobre las emociones

“Utilizamos los mandalas para trabajar las competencias emocionales. La idea es que los estudiantes nos cuenten con sus dibujos lo que sienten, para fortalecer su autoestima, enseñarles a perdonar y a entender a los otros”, asegura la coordinadora de convivencia Adonai de la jornada Mañana, tras señalar que esta práctica se convirtió en una nueva forma de expresión para ellos, así como para los docentes del colegio.

Valeria, por ejemplo, cree que antes de empezar a trabajar con los mandalas era una joven callada, “encerrada en su propio mundo” y con grandes dificultades para expresarse, lo que le generaba inconvenientes con sus papás y sus compañeros.

Concentrada en los trazos amarillos que se esparcen sobre su mandala, Valeria recuerda que el día anterior tuvo un problema con su mamá. “Quiero sacar eso a través de este dibujo. Encontrar el perdón y liberarme, es algo duro, pero hay que hacerlo”, dice con entusiasmo.

Justamente, ese era el deseo de la coordinadora Adonai, que sus estudiantes encontraran una forma no tradicional para manejar las situaciones que enfrenan en el día a día. Y, como ella misma dice, “las sorpresas han sido maravillosas porque todos hemos cambiado: los estudiantes lo hicieron y yo también, gracias a que esto nos ha permitido relacionarnos de corazón a corazón, por ello siempre invito a conocer y practicar los 4 principios Toltecas”.

Con un primer taller, esta idea revolucionó a la comunidad educativa, creando un trabajo colectivo entre estudiantes, padres y maestros, en el que el diálogo y la reflexión sobre las acciones diarias son protagonistas.  Para este 2016, el sueño de sus creadores es lograr que la iniciativa sea transversal y participen en ella todas las niñas y niños del colegio José Felíx Restrepo.

Por Diana Corzo

Fotos Julio Barrera

 

 

 

SED BOGOTA

NOTA DE PRENSA 28 de enero 2016:

 

 

 




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